que contemos todo y no sólo las mitades.
El día que dejemos de callar y haya confesión,
se sabrá que la omisión en realidad es traición.
Porque de un secreto chico se arma un quilombo grande,
y parece que a nosotros nos gusta tanto tanto
taparnos los ojos
que ni siquiera nos gastamos en mirar al lado.
Mirar al otro, cómo lo hacemos mierda.
Que se destruya y que hasta su esencia pierda.
Que se enferme y vean que no haya cura,
que sólo al llegar al tope de esta dictadura,
uno se preocupe por esa criatura.
Aquella que nació en ese lugar,
aquella que nunca pudieron domar,
esa que siempre quiso hablar,
pero los hijos de puta de esta ciudad
no la quisieron escuchar.
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