Ese almita estaba llena de Luz. Iluminaba todo lo que había al rededor. Pero esa alma estaba triste, porque no podía verse a sí misma.
Pese que las demás almas, incluso Yo, le decía “Tú estás llena de luz. Tú eres luz, y das luz”; ese alma no se lo podía creer, porque no lo veía.
Entre tanta luz, sólo había luz, entonces ese alma era como una vela al Sol: ilumina pero no se nota.
Ese alma estaba angustiada, porque no podía conocerse a sí misma. No sabía quién era, no sabía qué hacer para conocerse.
Y entonces un día le dije: Querida mía, ¿sabes que puedes hacer para verte?
-Oh, Dios Mío, ¡dime lo que puedo hacer y lo haré!
-Tienes que ir a la Oscuridad.
Y entonces ese Alma salió de la Esfera de luz y fue a la Oscuridad. Allí, donde todo es negro, y hasta la ceniza más apagada que antes era luz brilla.
Entre tanta oscuridad, el alma pudo ver su Luz. Pudo ver que irradiaba belleza. Pudo ver que iluminaba cada rincón de esa Esfera de Oscuridad.
Al fin, ese alma pudo conocerse. Pudo verse. Pudo ver lo que era, de qué estaba hecha, y para qué servía.
Pero entonces, en el medio de la Oscuridad, ese alma dijo: ¡Oh Dios! ¿Por qué me has abandonado?
La enseñanza de este relato se divide en dos partes.
Lo primero que debes saber, es que todos somos luz. Todos fuimos hechos y creados de la misma forma. Todos estamos formados por Luz, y todos – originalmente – irradiamos Luz y Belleza.
De aquí parte la primera enseñanza: no hay Luz sin Oscuridad.
La pequeña alma – que representa a cada uno de nosotros – brillaba, pero no podía notarlo porque estaba en un lugar que brillaba por sí solo.
Si ponemos luz donde hay luz, ¿de qué nos sirve?
Todos tenemos luz, y todos podemos hacer brillar; sólo que tenemos que ir a ese lugar en donde el Sol brilla menos. A ese lugar, en donde hay sombra. A ese lugar donde hay Oscuridad.
Por ello es que es necesario despegarse de lo bueno, de lo hermoso, para ir hacia lo oscuro y lo doloroso. Porque sólo así podremos crecer, aprender y ser fuertes. Conocernos a nosotros mismos, conocer nuestros poderes y poder manejarlos.
La segunda enseñanza: Dios jamás nos abandona. Dios nos habla al oído, aunque pocas veces podamos escucharlo. Dios nos acompaña, y nos aconseja.
Cuando el Alma se queja de que Dios la haya abandonado, representa cuando nosotros pasamos por un mal momento y decimos que Dios es injusto, o que Él se ha ido.
Él nos aconseja. Nos dice por qué camino ir. Nos dice hacia dónde debemos ir.
Dios, sólo quiso que este Alma se expanda por los diferentes caminos para que pueda conocer realmente su esencia.
De la única forma que esa Alma podía conocerse y ver su Luz, era yendo a la Oscuridad (como muchos de nosotros).
Pero ese Alma ahora, evolucionó. Y sabe muchas más cosas. Ese punto de Luz, ahora, sabe que es Luz. Y está feliz con ello.
Ese punto de luz ahora creció. Ahora es más fuerte. Ahora podrá derribar a la Oscuridad porque ya sabe, con seguridad y firmeza, que ella es Luz.
Y la única forma de que esto suceda, era yendo, literalmente, a lo Oscuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario