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miércoles, 18 de septiembre de 2013

Elena, cartas a Peter.

Ella era como Blancanieves pero sin enanos. Ella era la enana.
Cuando fue a la casa de él se sintió extraña.
Arthum era un buen hombre, sí. Pero tal vez demasiado para nuestra querida Elena.
A Elena le gustaba la fiesta. La diversión, los fuegos, alucinar. 
Pero él no era eso. Él no era, en realidad, NADA de eso. Por lo que, realmente, era todo lo contrario: aburrido, con libros, y gigante.
Este gigante que era violeta, quería, o eso hacía parecer, mucho a Elena.
Elena era también un poco alucinógena. A veces en ese bosque de flores, que tenía el tamaño de un pie humano, las terribles personas solían confundirla con un hongo alucinógeno. Debido a su belleza, aunque algo desgarrada debido a sus años de práctica y uso, ella parecía, literalmente, una droga. Por lo que cada humano que ingiera a Elena la vería. Como estrellitas rosas destallantes saliendo de tus propios ojos.
Elena era algo tímida, allí en esa casa, con ese gigante.
Cuando ella pudo por fin hacer lo que más queria – volar – se sintió más comoda.
Pero él, él la atrapaba. La tenía agarrada, como pareja. Pero ella sentía que la estaba ahogando.
No hay que pasar de alto el detalle de que Elena tenía un problema. A pesar de toda la educación que había recibido ella de niña, pese a todo el esfuerzo de sus padres sus maestros y su novio, pese a que su novio callaba toda queja con un bruto, sin importar que ella era la chica perfecta; sacando de lado todo eso, ella padecía un defecto: era caustrofóvica. 
Todavía no lográbamos entender por qué, la Señorita Elena, tenía ese ataque psicológico.
Se había llegado a pensar que su niñera cuando Elena a penas era Elenita, la mataba a golpes. En sentido figurado. 
Pero ese era un detalle que hoy en día, se pasaba por alto.
Elena estaba con Arthum a lo alto en un Peïs, sin saber como salvarse.
Aquel gigante violeta la estaba sofocando, ella estaba teniendo ataques, pero siendo muy astuta nuestra Señorita Elena, ella encontró una maravillosa e incluso extraña resolución efectiva: Pensar en su novio.
Entonces Peter llego a su mente.
Peter era un hombre, un hombre común. Él era su ying-yang. Durante años Elena llegó a pensar que él podría ser su alma gemela... Elena describía la primera vez que vio a Peter como “la primera vez que lo ví todo, realmente”. Y entonces también describía cada excelísima vez que repetían sus actos de fuego, como una frase muy común en inglés “brilliant”. Lo describía como “sumergirme en mí”. Como “hallar la perfección”. Como “vivir a pleno”. 
El fuego celeste de Peter quemaba con lo verde de Elena. Y entonces otras pequeñas estrellitas rosas destallantes desprendían de sus ojos.
Elena estaba imaginando aquello. Imaginando más calor con Peter. Ellos, claramente, podían comunicarse juntos.
Elena sólo le pedía que no deje nunca de darle placer. Peter asintía.
Y entonces mientras aquel gigante la apretaba y torturaba, Elena iría mezclando asuntos con Peter.

No me dejes caer, de este sueño jamás. – Elena, cartas a Peter.

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