¿Alguna vez sentiste una conexión con
otra persona? Eso que no te pasa con cualquiera... Eso que te hace
pensar que en serio ustedes dos nacieron para algo más.
Eso que hoy a la mañana me hacía
pensar... Viajando a quién sabe dónde a las seis y media de la
mañana. No había amanecido todavía. El cielo estaba oscuro como si
fuesen las tres de la madrugada. El taxista acompañaba su inicio del
día con una música especial... La cual yo no podía escuchar porque
estaba completamente en mi mundo.
Yo acompañaba mi inicio del día con
mi música especial... Y así pensaba. Realmente no estaba pensando
en cosas muy importantes, cuando de repente pasé por un lugar que sí
lo era y me acordé de una persona que era más importante aún. Sí,
él.
No podía negar que había una conexión
inmensa entre ambos. Dos años de relación que continuaban, pese a
los mil tropezones y a las mil caídas, intactos. Esa relación que
yo esperaba – y hasta podía sentirme segura – que siguiera por
muchos años más.
No podía negar esa conexión porque en
ese mismo instante la estaba sintiendo.
Tal vez él estaría durmiendo, o
estaría soñando, o estaría desayunando... Tal vez su alma estaba
en otro lugar. Pero yo le sentía.
Sentía que algo nos unía, a su alma y
a la mía, como si antes de nacer hubiésemos pactado.
Hubiésemos pactado que nos
encontraríamos, que él sería el amor de mi vida pero que me tenía
que dejar porque no era el adecuado. Que yo lo amaría como a nadie
volvería a amar, y que él me querría pero no de la misma manera.
Que yo lucharía día y noche por él, aún si mi cuerpo estuviese
durmiendo, aún si mi alma estuviese diambulando, aún si yo no
estuviese. Que aunque pasaran y pasaran los años y pasaran y pasaran
los errores, las puteadas, las cagadas y los enojos; la relación
seguiría porque la conexión jamás se rompería.
Podía sentir que algo nos unía. Algo
más que nuestras historias. Algo más que sólo recuerdos. Algo más
que besos, canciones y sábanas.
Que nos unía un propósito. Algo aún
más que una vida... Que nos unían miles de vidas. Vidas anteriores
que nuestras mentes no podían recordar pero nuestras almas sí las
podían sentir. ¿Entienden lo que digo? Yo lo estaba sintiendo en
serio...
Sentía como si una suave soga blanca,
con una luz brillante blanca, cegadora pero completamente hermosa,
nos uniera... Nos uniera a todo momento y en todo lugar... Nos
conectara alma con alma, propósito con propósito, sin importar el
espacio-tiempo.
No importarán los años, ni los meses,
ni los días que yo pase acá, allá, en Japón, en Rusia o en
Groenlandia. Incluso en la Luna o en Marte. En otras estrellas y en
otros soles. En otros mundos u otras galaxias. No importaba porque su
punto de luz y mi punto de luz estaban unidos por una energía y un
fuego inapagable.. innegable.. Algo que cegaba, que sorprendía y que
era difícil de creer.
Porque nos miramos a los ojos y nos
sobran las palabras... Y eso seguirá pasando siempre...
Que cada vez que me mire a los ojos me
lea el alma... Y que yo lea la suya...
Porque éramos y somos transparentes el
uno con el otro. Porque nada va a parar, ni a arruinar, ni a separar
o terminar eso.
Nada va a cambiar.
Porque lo decidimos así, una vez acá
y una vez antes allá.
Porque todo está saliendo como
lo planeado, mi amor, por eso te digo... Que quiero seguir
teniéndote al lado, aunque estemos a miles de kilómetros.
Porque tú y yo... es como cóncavo y
convexo.
Porque tú y yo... es casi uno.
Porque tú y yo... mi alma preferida.
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