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martes, 24 de septiembre de 2013

Nunca hubiera funcionado...

Hacía tiempo ya desde la última vez que se vieron.
Apenas ella entró al lugar, pudo verlo, caminando sin parar, ansiosamente esperando por algo.
En el momento exacto en el que ella lo vio, se ruborizó por completo.
Aunque no entendía bien a que se debía aquella desesperación, Cate sólo siguió adentrándose más y más en aquella habitación, sin importar las otras personas.
Tom seguía desesperadamente yendo de lado a lado de la habitación...
Si bien no se habían saludado, ellos ya habían entrado en conversación. Porque la relación eran así: sin pudor y con confianza extrema.
Los meses sin verse cayeron encima de él como piedras en una tormenta, y lo golpearon tan fuerte hasta entender que en realidad ella le hacía falta.
Un aire de melancolía rodeó el ambiente y se apoderó del lugar, en el instante mismo en el que Cate giraba los ojos siguiendo los agotadores pasos de su antiguo amado.
Los dos sintieron lo mismo, sí. Los dos se extrañaban.
Apenas habían pasado dos minutos, y entonces Cate sólo soltó y dejó caer la primera frase que daría lugar a una situación bastante incómoda:
Cansada de ver los austos pasos de Tom, e inclinándose hacia la silla para poder sentarse; con un aire agotador, y hasta incluso de mala gana, Cate chifló: Uf, ya se puso de malhumor.
Por lo que Tom, que estaba en el baño buscando quién-sabe-qué, detuvo su total acción y se dedicó por un momento a mirar a Cate de una forma extraña, y entonces él sólo preguntó: ¿Cómo sabes eso?
Se le heló la sangre. 
Paralizada por aquella incógnita y un poco ruborizada por la imparable búsqueda de una respuesta, ella no pudo responder a esa pregunta de inmediato.
En realidad, nunca había podido realmente responderse a todas las preguntas que él le había hecho... 
Y entonces, en algún lugar de su mente, Cate recordó algo... Por lo que, esbozando una sonrisa más para sí misma que para él, respondió con seguridad: Un año y medio de conocernos no fue tan en vano...
La situación no fue tensa, ni incómoda, ni horrible. Sólo que, si alguien entraba a ese lugar en aquel momento, hubiese respirado el frío aroma de los recuerdos. 
Era tanto, pero tanto el ambiente de desolación y nostalgia que se respiraba allí dentro que uno incluso podría vivir los recuerdos que ellos sólo re-traían a su mente segundo tras segundo con el fin de, al menos, intentar perdurar una conversación que aunque carecía de razón para todos los demás, tenía un poco de sentido para ellos.
Tom no habló. No dijo ni una palabra. Porque sabía perfectamente a lo que ella se estaba refiriendo.
Ella tampoco preguntó los motivos de su enojo, aunque se los podía imaginar muy bien... Y por esas razones no quería indagar en la vida de Tom: porque encontraría cosas que no le gustarían hallar.
Entonces Tom, un poco más calmado, fue hacia la heladera... 
Y, sólo por un segundo, sólo por uno... Sonrió.
Y eso le bastó para darse cuenta, que aunque él había re-hecho su vida y revuelto todo su calendario, no la había olvidado... 
Y para darse cuenta de que, en realidad, la ausencia del olvido traía el dulce y nostálgico recuerdo del cual, algunas noches, Tom se hacía dueño para divagar en los oscuros caminos de su pasado y así entonces recordar lo que alguna, alguna vez, lo hizo realmente feliz. 
El que vive de recuerdos no tiene realidades... Dicen.
Pues Tom la tenía.
Y más alla de todos los pensamientos que pasaban por sus mentes en aquel momento, sólo una frase solía resonar en la cabeza de Cate:
“Nunca hubiera funcionado...”

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